Dicen, que en cierta ocasión, le preguntaron a Sir Winston Churchill, qué tal le caían los franceses, a lo que éste contestó: “No conozco a todos”.

Cuando me disponía a escribir este comentario sobre Luisma, me ha venido esta anécdota a la cabeza, porque aunque no conozco a todos los residentes que han pasado por Moncloa, creo que en el caso de Luisma, estamos hablando de alguien muy especial.

¡Qué puedo yo decir de Luisma Calleja, que no hayan dicho ya, los catedráticos de la Academia Apren Autónoma!

“Para mí, es el mejor residente de todos los tiempos.”

¡Qué puedo yo aportar, que no se conozca, de la vida de este amigo entrañable, al que recordaré toda mi vida!

Parto de una premisa innegociable: para mí, es el mejor residente de todos los tiempos.

No he conocido a nadie como él, a nadie que tuviera su magia, para convertir cualquier cosa, en algo divertido. En el mundo del denominado “show business”, era un auténtico genio, y siempre pensé que el mundo del espectáculo se había perdido un gran personaje.

Mi vida en Moncloa, esta íntimamente ligada a Luisma. Tengo tantas anécdotas vividas con él, que me haría falta mucho espacio para contarlas.

Nunca le oí ninguna broma o parodia de mal gusto, ni nada de humor fácil. En eso era una persona muy cuidadosa, y hasta los aludidos por sus representaciones, se reían con él. En todo lo que organizaba, conseguía que los demás se divirtieran. Luisma sabía “estar”.

Con él aprendí a “tomar valor” antes de una actuación en público, y a tratar de ser un payaso para que los demás se lo pasaran bien. Su fuerte era la humildad.

Cuando íbamos a los colegios mayores femeninos, Alcor, Poveda, etc, disfrazados de los personajes más peregrinos, para hacer una parodia en el examen de las “nuevas”, era todo un espectáculo.

Durante esas intervenciones, para hacerlo más verosímil, le he visto varias veces tomar whisky con aspirina, y le he oído contar historias increíbles, en las que nadie parpadeaba. En la historia del piloto, una de las mejores, he ido con él en el avión antes de romper el cristal con su puño, para convertirse en concertista de piano de sonatas a “mano y muñón”, que interpretaba sin despeinarse ante el asombro del respetable.

Estaba con él en el tribunal de Apren, cuando para asombro de los “nuevos residentes”, se tiró a la piscina en la prueba psicotécnica, como uno más, y así quitarle el aire de novatada.

Imitaba fenomenal, no hacía nada mal, y conseguía como nadie ser el personaje debajo del sombrero que se ponía.

Si el sombrero era mejicano, era un charro, si era un pañuelo y cuatro nudos, era un paleto y si era una boina ladeada, era un paracaidista.

Cuantos “Guzman the goodman”, Luigi pasando boinas “Christian Panor”, Aliosha en Mouleen McDonald, “El golf ese deporte de masas”, presentador de festivales, cantante en off en Banana Boat Song, Presidente de Apren, miembro del Grupo Sacrificador, alma mater de Moncloa, soldado, titiritero, artista …. y buen amigo.

“En la Universidad de Harvard un grupo de investigadores había descubierto que de cada cien alumnos matriculados, cincuenta son la mitad”

Al comienzo de la temporada de exámenes, le gustaba recordar: “Más vale aprobar todo en junio, que suspender dos en septiembre”.

Otra de sus frases geniales era la que decía que “en la Universidad de Harvard un grupo de investigadores había descubierto que de cada cien alumnos matriculados, cincuenta son la mitad”.

En una ocasión, de noche y con una gabardina cubriéndole el rostro, fingió ser un atracador ante una pareja de novios en las inmediaciones del colegio, para que el caballero se luciera ante su dama. El caballero resultó ser un conocido residente, y cuando se quitó los zapatos para poder realizar una patada de kárate, Luisma puso pies en polvorosa, logrando un efecto espectacular.

“Todos los que hemos tenido la suerte de pasar por Moncloa, le debemos mucho.”

Ese era Luisma, un hombre preocupado por los demás, siempre dispuesto a ayudar, a escuchar, a comprender. Como muchos que le conocen suelen decir, un hombre generoso, “que pasó por la vida haciendo el bien”, con alegría.

Hoy me he enterado de que los actuales residentes, le reconocen y que saben muchas cosas de su forma de ser, de su vida. Debería haberlo supuesto, porque Luisma era mundial.

Todos los que hemos tenido la suerte de pasar por Moncloa, le debemos mucho. Algunos como yo le debemos muchísimo. Pero además, convivir con Luisma durante toda la etapa universitaria, fue un gran regalo. Fue sencillamente inolvidable.

A veces, generalmente de noche, me pongo a pensar en lo bien que lo pasé con él, preparando los festivales de la Inmaculada en la Sala Triangular, en las reuniones clandestinas de Kalumet o corriendo por el bosquecillo de aeronáuticos.

Supongo que ahora estará organizando la Academia Apren en el cielo.

Luisma, mi amigo del alma, nunca te olvidaré.

Carmelo Herranz
Colegial de 1971 a 1977
Decano del CM Moncloa 73/74 y 74/75